Aprende a transformar tus demonios en aliados

forestTD

Un camino para dar voz y cuerpo a los polizones emocionales de tu conciencia.

En nuestros días el imperativo de ser felices es prácticamente ubicuo, desde la publicidad que nos bombardea por todas partes hasta los consejos de gurús y charlatanes. La felicidad se equipara al consumo y a la participación en formas de socialización mediadas igualmente por formas de consumo. Tener un “buen” empleo, casarse, tener hijos, contribuir al desarrollo de la sociedad capitalista… y morir, al igual que todos los seres humanos que vinieron antes y los que vendrán después.

Si esta visión de la existencia parece oscura es porque lo es. ¿Y por qué seguir afanados en formas de alegría pasajeras cuando podríamos hacernos conscientes de la finitud y el dolor no sólo de nosotros mismos sino de los demás? Éstas y otras reflexiones son las que inspiraron el pensamiento de uno de los filósofos más influyentes del siglo XIX, a quien Friedrich Nietzsche consideraba nada menos que su “maestro”: Arthur Schopenhauer.

La oscura visión de la existencia de Schopenhauer (etiquetada a menudo bajo el rubro de “nihilismo” o incluso “antinatalismo”, o la idea de que hubiera sido mejor no haber nacido del todo) proviene, curiosamente, de una respuesta romántica al budismo y la filosofía oriental, expresadas con enorme y franca elocuencia en su tratado El mundo como voluntad y representación, publicado por primera vez en 1818. “A los 17 años”, escribió, “fui sobrecogido por la miseria de la vida, tal como Buda en su juventud cuando observó la enfermedad, la vejez, el dolor y la muerte”, refiriéndose a las cuatro nobles verdades del budismo, que enseñan el destino al que todos los seres están sujetos de acuerdo a la ignorancia fundamental (samsara).

“La verdad”, prosigue Schopenhauer, “es que este mundo no pudo ser obra de un ser absolutamente amoroso, sino más bien la de un demonio, el cual trajo las criaturas a la existencia con el solo fin de solazarse en sus sufrimientos”.

Dentro de todos los sufrimientos reservados a la humanidad por este demiurgo maligno, a decir de Schopenhauer, ninguno más atroz que el amor. El amor, según el filósofo, es la expresión directa de la “voluntad de vivir”, la cual no tiene nada de optimista, sino que se trata (como una especie de libido freudiana) de una fuerza ciega que nos arroja directamente al hervidero de aquello que habrá de consumirnos. En términos aun más oscuros, el amor, entendido como lo que nos une con otras personas para formar familias y parejas, debe ser totalmente evitado, especialmente en su versión sexual, pues “justamente después de la copulación puede escucharse la carcajada del demonio”.

¿Y qué nos queda, pues, a los que hemos nacido y estamos sujetos a los devenires de la existencia? Para Schopenhauer solamente dos caminos son admisibles: uno de ellos, reservado solamente para los más fuertes, es buscar el camino de la sabiduría: renunciar al mundo y someterse a las arduas disciplinas espirituales de los eremitas y los templos. El segundo de ellos, tal vez más accesible aunque no menos disciplinado, es pasar tanto tiempo como podamos “con el arte y la filosofía, cuya tarea es sostener un espejo frente a los esfuerzos frenéticos y la infeliz agitación creada a nuestro alrededor a causa de la voluntad de vivir”.

De este modo, más que apartarnos del sufrimiento y cerrar los ojos a la desesperación de los demás, la solución de Schopenhauer, el maestro infeliz, parece provenir no de los consuelos del pensamiento positivo y del optimismo, sino de una forma de compasión que pasa por someternos a los sinsabores de otros seres humanos expresados a través del arte, la filosofía y la literatura, de manera que el mundo no pueda engañarnos con sus falsas ilusiones, pues:

a cada paso, en las pequeñas y grandes cosas, estamos sometidos a experimentar que el mundo y la vida ciertamente no han sido dispuestos con el propósito de ser felices. Es por ello que los rostros de casi todos los ancianos están profundamente ajados por tal decepción.

Creative Commons

Los cuatro miedos de la vida: Cómo vencerlos.

29942581234_5e6b5fe290_kFoto: Viktor Hanacek

1. MIEDO A LA SOLEDAD

Hay dos opciones que se pueden considerar:
La primera es que el ego trabaja en su banal causa de hacerte creer que realmente estás solo, que tu estás unido a los demás, con el fin de sentirte protagonista de la vida y encontrar el reconocimiento, en todos los niveles que te imagines, en la familia, en la pareja, en el grupo de amistades, en el trabajo y en la sociedad.
La segunda opción es que el Espíritu desea que recuerdes que eres parte de una Totalidad. Que tu siempre estás unido a la energía integradora de Dios, que se manifiesta en una llama interior que tu posees, una luz que debes expandir.

Cuando le das fuerza a esa luz interior, comienzas a mirar con los ojos de tu corazón y empiezas a ser consciente de que siempre tienes compañía. Es la compañía con tu ser interior y con tu Creador Supremo. Llegarás a comprender que la soledad es una maravillosa oportunidad de la vida para compartir contigo mismo; y justamente en este momento, empezarán a aparecer aquellas personas que vibrarán con tu misma sintonía e intensidad.

2. MIEDO A LA ESCASEZ

Superar el miedo a estar escaso, sin dinero u oportunidades para ser cada vez más abundante, requiere de un trabajo contigo mismo.

Debes darte la oportunidad para considerar que tus emociones sientan ese “deseo de merecer lo mejor para tu vida”. El sentimiento de víctima, es una señal de que el fantasma del miedo esta invadiéndote.
Hay una palabra de siete letras que, cuando la repites, empieza a dar claridad al estado de abundancia que hoy tienes. Esta palabra es “GRACIAS”.

Cuando agradeces por todo cuanto tienes en este momento y por lo que llegará a ti, comienzas a ser perceptible de todas las cosas que Dios te ofrece cada día. Gracias Dios por abrir los ojos este día de hoy, por poder respirar un día más. Gracias por la cama donde duermo, por las situaciones que parecen adversas; pero me Dejan sabiduría. Gracias Dios por la sonrisa que me regalo esa persona que no conozco. Gracias Dios por Tener trabajo, por la comida caliente, por la taza de cafe. Agradece y, en poco tiempo, todos tus deseos comenzaran a materializarse.

3. MIEDO A LA ENFERMEDAD

La enfermedad es un desequilibrio de tu estado de conciencia. Cuando empiezas a sentirte débil, está claro que perdiste tu fortaleza interior. “Enfermedad”, es una palabra compuesta del latin “in-firmus”, que significa “Sin Firmeza”.
Si comienzas a erradicar las auto-culpas, estarás dejando las cárceles del saboteo mental y te liberarás de estas ataduras.

El filosofo Platón dijo: “mente sana en cuerpo sano”. Piensa positivo respecto de ti mismo.
La enfermedad se contagia, perjudicando a otro ser, como se puede contagiar la salud.
Reconcíliate con el pasado, perdona íntimamente en tu corazón todos los sucesos de dolor y llena tu corazón de alegría, perdón y paz.

Permanece también en silencio, porque Dios te hablará en este espacio de meditación.
El remedio para la enfermedad es el Amor. Te daras cuenta que, de todos los medicamentos, el amor también crea adicción. Conviértete en un “adicto al amor”, llénate de amor, ya que nadie puede otorgar lo que no tiene, da amor y recibirás a cambio amor.

Estarás cada vez mas sano y lleno de vitalidad. El mundo necesita que estés saludable, para poder cumplir tu rol de ser un gestor de cambios en este planeta, que necesita curar su alma.

Si hay algo de lo que podemos estar seguros es que, cuando Dios lo disponga, partiremos de esta vida, no antes ni después. Cuando el médico nos da la primera nalgada para que comencemos a respirar, se activa la cuenta regresiva; ese tic-tac que nos indica que vamos yendo hacia el día que debamos “parar”. Es por eso que la vida es un constante “Pre-parar”, es decir, una invitación a trascender en cada instante vivido, hasta que llegue tu turno de “parar”.

4. MIEDO A LA MUERTE

Cierra tus ojos un momento e imagina que hace una semana que has muerto y que estás en el cementerio visitando tu propia tumba. Miras tu lapida y lees tu nombre, tus fechas de nacimiento y de partida de este mundo. A continuación, piensa en cual es la frase que escribiría la humanidad acerca de ti, en tu propia lapida:

Qué dirían de ti? Que fracasaste en muchas de las áreas de tu vida?; Que la gente agradece que hayas partido, porque les hiciste la vida amarga?; o Qué sienten profundamente tu partida y que dejaste un espacio vacío en la humanidad, que nunca nadie podrá llenar?
Qué diste? Qué cediste? Qué donaste? A quién ayudaste? De qué te privaste?

Escribe en un papel que es lo que deseas que quede grabado en la piedra, cuando partas de este mundo. Trabaja, día tras día, para acercarte a este enunciado que declaras.
El miedo a la muerte se supera, cuando tu meta es proyectarte en la Trascendencia de tu entrega, bondad, generosidad, desprendimiento, altruismo, amor al prójimo, capacidad de despojarte, sin condiciones, sin esperar retribuciones, que vivirá en la memoria y los corazones de quienes hiciste contacto en la vida e hiciste felices.

Tomado de Kapulli y Temazcal, antigua sabiduría Tolteca desde el sitio Deja fluir.

Fuente: viajesdelcorazon.net