¿Verdad o mentira? Pregúntale a tu subconsciente

Nuestro cerebro parece estar hecho para saber cuando alguien dice la verdad o no.

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El cerebro es un órgano maravilloso por muchas razones, pero la última de ellas parece ser el hecho de que llevamos en la cabeza un confiable detector de mentiras. Un estudio dirigido por la psicóloga Leanne ten Brinke, de la Universidad de California, sugiere que la atención que le ponemos a las personas para saber cuándo nos mienten podrían ser una sofisticada forma de autoengañarnos a nosotros mismos, pues “en el fondo” siempre podemos detectar hilos de falsedad cuando se nos presentan.

El estudio se basa en la premisa de que los humanos parecen ser fácilmente engañables, pues sólo han sido capaces de detectar el 54% de las mentiras en estudios destinados a medir tal capacidad. Esto es equivalente a “adivinar” si nos mienten o no, pues sólo existen dos posibilidades: nos dicen una mentira o nos dicen la verdad. Pero se supone que existen claros indicadores de lenguaje corporal para saber cuando alguien miente, ¿cierto? La dirección de la mirada, las manos, la posición del cuerpo, la velocidad al hablar… Pensemos por un momento que éstos son justo los parámetros que utiliza un mago mientras realiza un truco de cartas: nos mira a nosotros en lugar de ver el mazo que revuelve con gestos rápidos y urgentes, o mientras mueve tres botes exactamente iguales debajo de los cuales ha escondido una pelota. El mago logra “engañarnos” como parte de un truco, ¿pero el truco en la vida diaria no será más bien que nosotros mismos decidimos engañarnos y creer que el otro, en efecto, está diciéndonos la verdad?

La hipótesis de los investigadores era que la mente inconsciente podía detectar a un mentiroso incluso cuando la mente consciente no pudiera; para ello realizaron varias pruebas con 72 participantes que observaron videos sobre sospechosos que habían tomado un billete de 100 dólares de una repisa, a la vez que videos sobre personas que no habían tomado el dinero. Todos los entrevistados decían en el video que no habían tomado el dinero, por lo que forzosamente algunos estaban mintiendo y algunos debían estar diciendo la verdad. El resultado fue que los participantes sólo detectaron al 43% de los mentirosos y al 48% de los que decían la verdad.

A la par de esta entrevista, los investigadores también midieron las reacciones instintivas en los ojos y gestos de los entrevistados, y buscaron asociarlas a la aparición de palabras relacionadas con falsedad (como “engaño” o “deshonesto”) o con palabras asociadas a la verdad (como “válido” y “honesto”). Los resultados sugieren que los participantes reaccionaban de una manera congruente con las verdades o mentiras que escuchaban, independientemente de que conscientemente supieran si la persona del video decía la verdad o no.

Para Ten Brinke, “estos resultados pueden darnos una nueva perspectiva para examinar la percepción social, y sugieren que —al menos en términos de detección de mentiras— las medidas inconscientes podrían darnos una perspectiva adicional en cuanto a la exactitud interpersonal”.

Los videos y otra información del experimento están disponibles en línea, pero una interpretación un poco más filosófica podría sugerir que en realidad somos nosotros mismos quienes nos mentimos, porque de alguna forma necesitamos que las palabras del otro adquieran la categoría de verdad. Tal vez se trate de que la comunicación humana está basada en la confianza que podemos depositar en la exactitud de las palabras e intenciones del otro, por lo que estamos hechos más para confiar que para desconfiar, al grado en que somos capaces de ser engañados. Si Nietzsche decía que el hombre es el único animal que miente, podríamos reformularlo agregando que el hombre es el único animal que se deja engañar, porque inconscientemente siempre sabe cuando le están mintiendo.

Fuente: faena.com

Sobre la aceptación como el camino para sanar. Carl Jung

Una psique en guerra consigo misma sólo se libera cuando la oscuridad sale a la luz.

Cuando pensamos en el arquetipo de maestros o sanadores se nos vienen a la mente imágenes de médicos diligentes, sacerdotes de moral impecable, chamanes sabios en medio de la selva o enfermeras abnegadas y serviciales; sin embargo, para poder ayudar a otros es preciso ser capaces de ayudarnos primero a nosotros mismos. Parafraseando un viejo refrán, un ciego no puede guiar a otro ciego, y en el caso del acompañamiento psicológico, el psicoanalista Carl Jung tiene bastante que compartir al respecto.

Durante una conferencia dictada frente a un auditorio de sacerdotes suizos, Jung habló de la importancia de que los médicos y los sacerdotes —así como los psicólogos y psicoanalistas— no juzguen a sus pacientes ni se dejen invadir por prejuicios morales, pues aquellos que buscan apoyo en ellos ya se sienten de por sí bastante enjuiciados. Esto, para Jung, sólo se consigue si el médico acepta su propio “lado oscuro”. No se trata de que el médico aliente las fantasías de sus pacientes, sino de “sentir a través de la mente del paciente”, sin juzgarlo, a través de algo que Jung llamó “objetividad desprejuiciada”.

Aunque el término puede sonar abstracto y con un ligero aire intelectual, para Jung se trata de una condición que incluso los hombres y mujeres de fe deben albergar y cultivar en sí mismos, a sabiendas de que “Dios ha permitido que toda clase de cosas extrañas e inconcebibles ocurran, y busca entrar en el corazón del hombre de las más curiosas formas”. Así pues, la objetividad desprejuiciada nos permitirá “sentir en todas partes la presencia invisible de la voluntad divina”, incluso en lo demoníaco, a través del arquetipo del Diablo, que interpretado alquímicamente puede leerse como una metáfora de la conversión de la materia mortal en oro.

carl-jung-on-acceptance-as-healingPara Jung “no es posible cambiar algo a menos que lo aceptemos”, y eso incluye toda clase de enfermedad y abyección moral, así como las imágenes distorsionadas que nos seducen o aterran en nuestros propios sueños. No sirve de nada enjuiciar a los pacientes por sus estilos de vida o elecciones si queremos ayudarlos; pero aunque no seamos psicólogos ni religiosos, podemos pensar que tampoco sirve de mucho juzgarnos duramente a nosotros mismos; en palabras de Jung, “la condenación no libera, sino que oprime. Soy el opresor de aquellos a quienes condeno, no su amigo ni acompañante en el sufrimiento”.

Puede parecer muy simple darnos a la tarea de no juzgarnos a nosotros mismos ni a los demás, ¿pero es posible sostener esta idea a largo plazo? ¿Qué hacer cuando el juicio moral recae sobre nuestras propias acciones, incluso las pasadas, cuando nos dejamos llevar por el arrepentimiento y la duda respecto al futuro? A decir de Jung, la sola idea de aceptarnos a nosotros mismos con toda nuestra envidia, nuestra maldad, nuestro deseo de reconocimiento, nuestros pequeños vicios, “puede hacernos sudar de miedo”.

early-flightPara Jung, mucha gente decide no observarse ni aceptarse a sí misma, y emprenden el escape del camino del autoconocimiento sólo para caer en lo que él llama “la morbus sacer de la neurosis”, cuando la personalidad parece estar en una guerra interna consigo misma. Jung escribe:

La neurosis es una escisión interna —el estado de guerra consigo mismo. Todo lo que acentúa esta escisión hace que el paciente empeore, y todo lo que la mitiga tiende a sanarlo. Lo que lleva a la gente a estar en guerra con ellos mismos es la sospecha o el saber de que cada uno consiste en dos personas opuestas entre sí. El conflicto puede darse entre el hombre sensual y el espiritual, o entre el ego y la sombra. Es lo que Fausto quiere decir cuando afirma ‘Dos almas, ¡ay!, habitan en su pecho, y cada una de ellas quiere separarse de la otra’. La neurosis es una división de la personalidad.

¿Cómo ayudar a otros a aceptar su propia sombra, su propio “lado oscuro”? Y tal vez más importante, ¿cómo aceptar que nosotros también llevamos una escisión, una división interna que amenaza con ponernos en guerra contra nosotros mismos? En realidad, la única opción disponible si decidimos no adentrarnos en nuestro lado oscuro es vivir en la ignorancia de nuestra propia completud y habitar como extraños dentro de nosotros mismos. Este camino puede llevarnos a “ocuparnos de los problemas y pecados de otras personas”, así como darnos “un perceptible aire virtuoso, en función de que nos hemos engañado con benevolencia a nosotros mismos y a los demás. ¡Gloria a Dios, hemos escapado por fin de nosotros mismos!”.

Así pues, no queda más que observar nuestras faltas, inconsistencias, “pecados” y toda clase de imperfecciones con mirada benevolente: en realidad no son invenciones genuinas de nosotros, y probablemente ni siquiera son tan reprobables como las de la mayoría. Es posible encontrar algo en común con toda la humanidad cuando aceptamos lo que Jung llama la “sombra” de nosotros mismos, el lado oscuro, la parte negada. “Sólo aquel que se ha aceptado a sí mismo por completo”, remata Jung, “posee la ‘objetividad desprejuiciada’”, ingrediente sin el cual será incapaz de ayudar a otros e incluso a sí mismo.

*Imágenes: 1) N°. 2 – 1re aérostatique à Annonay (1783); 2) The Art of Swimming; 3) N°. 9 – Mort de Harris (1824) – Dominio Público

Fuente: faena.com

11 breves lecciones del Bhagavad Gita para llevar paz a nuestra vida

Uno de los textos más antiguos del hinduismo aún nos enseña el camino para mejorar nuestra existencia.

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El Bhagavad Gita es uno de los textos del hinduismo que se desprenden del Mahabharata, el poema épico más extenso en la historia de la humanidad. En específico, el Bhagavad Gita proviene del sexto libro del Mahabharata y consta de 700 versos, en los cuales Arjuna, príncipe de los pandava, conversa con Krishna, una de las deidades principales del panteón hindú y que en ese momento fue guía, auriga del príncipe y también arquero legendario.Arjuna, que se encuentra de camino a su lucha contra los kauravas, recibe en este trayecto el consejo de Krishna a propósito del moksha, una noción del hinduismo que implica liberación a través del dharma (la virtud), el artha (la prosperidad) y el kama (el placer). Krishna instruye a Arjuna en los principios de una vida justa y orientada a la purificación del alma, pero también en el yoga y en la espiritualidad hindú.

En este sentido, el Gita es un texto esencialmente didáctico, de ahí que ahora sea posible extraer y compartir algunas enseñanzas que, por su brevedad y sencillez, también podemos compartir y poner fácilmente en práctica.

1. Pensamientos sobre lo pequeño y lo grande, lo tuyo o lo mío, deben dejarse de lado.

2. La mente ocupada no puede meditar.

3. Deberíamos hacer nuestro trabajo sin importarnos el resultado.

4. Los deseos van y vienen.

5. No llegamos con nada a este mundo; tampoco nos llevaremos nada.

6. No eres el único que sufre.

7. Lo que sea que pasó, pasó para bien. Lo que está pasando, está pasando para bien. Lo que pasará, pasará para bien.

8. Sé moderado en todo.

9. El mundo caduca, y lo que llegó algún día, también algún día se irá.

10. La ira provoca juicios erróneos.

11. El alma es inmortal y nuestro cuerpo perece. Pero nuestra alma nunca muere.

 

Fuente: faena.com
Imagen: bhagavad-gita.us

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